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Cómo conseguir una cabeza de elefante (y el lazo de Ganesha)

¿Te tienen agobiada tus vrttis? Sí, sí. Tus vrttis: todas las ideas, emociones, pensamientos que se agitan en tu mente. El camino del yoga clásico busca calmarlas. Detenerlas. Librarse de ellas. Ganesha nos invita a mantenerlas cerca. Para eso tiene su lazo. En sus narrativas se llaman Ganas. Y son sus compañeros inseparables.

En esta serie de posts sobre los símbolos de Ganesha, vamos a hablar de algunos temas clave de la filosofía del yoga desde un punto de vista tántrico, inspirándonos en la figura de Ganesha y las contradicciones que vive su padre, el gran maestro del yoga: Shiva.

perder la cabeza :: conseguir una nueva (de elefante)


“yogah cittavrtti nirodhah” :: “el yoga es el cese de movimientos en la consciencia”

Sutra I.2., de los Yoga Sutras de Patañjali, traducción de B.K.S. Iyengar


Todas conocéis la historia de la cabeza de Ganesha.

Es el comienzo del yoga.

De otro tipo de yoga.

Una práctica de yoga donde no tienes que renunciar a tus deseos y tus sentimientos. Una práctica de yoga en la que no se trata de suprimirlos ni silenciarlos. Una práctica de yoga para escucharlos y entretejer tu vida a través de ellos.

¿Te suena? Hablamos de tantra.

La de Ganesha es una historia que comienza con la diosa. Y con Shiva. Y con el deseo. Como la vida misma, como todo.

El deseo de la diosa. El deseo de Shiva.

… y todo el lío que se organiza, porque no se ponen de acuerdo en el cuándo, el cómo y el dónde.

Pero un momento. ¿Cómo que el deseo de Shiva? ¿Shiva no es el gran maestro del yoga, el eterno asceta?

Este es el tema. Shiva vive en la cima de los Himalayas. Lejos, libre de los tira y aflojas de la vida mundana. Entregado a sus prácticas de yoga. Shiva medita. Baila en los campos de los muertos. Y no importa donde vaya, siempre le acompaña su banda de Ganas.

Los Ganas visten como él. Llevan el pelo igual que él. Son minishivas; su piel blanca, está impregnada de ceniza. Y bailan sin parar. Tocan las trompetas. Saltan y se contorsionan, ríen y lloran. Son oleadas incesantes de vrttis, de los movimientos de su consciencia. Pero Shiva ni los siente ni los padece. Es imperturbable. Está completamente entregado a su visión del Absoluto.

Hasta que deja de estarlo.

Imagínate la situación. Estás en plena meditación. Embebido en tu luz interior. Quietud. Paz. Fluctuaciones de la mente: nivel cero. Fusión total con el cosmos.

¿cuándo, cómo comienzan a saltar las chispas?

La cosa es que de tanto ignorarlo, el deseo del gran asceta, del maestro del yoga, se ha vuelto incontenible. Feroz. El desasosiego, intolerable. Shiva está tenso. Está impaciente. Sus tres ojos están completamente abiertos. Los Ganas le siguen, bailan frenéticos. Y Shiva quiere irse a casa. Pero ya. Quiere ver a la diosa. Pero en la puerta encuentra un obstáculo. Léase: un niño que le impide el paso. Pero nada ni nadie va a detener a sus Ganas, su deseo, su ira, su impulso. ¡Son más fuertes que el propio Shiva!

Este es uno de los comienzos de la historia de Ganesha.

También conocéis el final. Un niño pierde la cabeza. Un elefante, pierde su cuerpo. Ganesha se convierte en sí mismo. Ni animal ni humano. Se convierte en el dios de cabeza de elefante. Y se convierte en Ganapati. En el señor de los Ganas.

Y ya sabes. Shiva, Shakti, Ganesha. No son solo dioses. No son solo cuentos. Son mitos. Son mentiras que viven a través del tiempo, para permitirnos ver quiénes somos. Son reflejos, partes de nosotras mismas. Y los Ganas no son solo bailarines dionisíacos. Son un dibujo de los vaivenes de nuestra mente. Son nuestras emociones y pensamientos, nuestros arribas y nuestros abajos. La compasión, el amor. La rabia, la frustración. Son nuestras ganas incontenibles de hacer algo, nuestros impulsos. Son nuestros deseos. Nuestras vrttis.

Y da igual lo que te digan. No son ni buenos ni malos. Son simplemente toda la impetuosa y alborotada multitud de las posibilidades de nuestra consciencia.

Ellos son nuestra consciencia.


fluctúo ergo existo


“Deseo permanecer en un estado de contemplación activa de la naturaleza y de las imágenes psíquicas. No quiero liberarme ni de los seres humanos ni de mí mismo ni de la naturaleza; porque todo ello me parece el mayor de los milagros.” C. G. Jung

En el mundo del mito, cuando una figura como Shiva, que representa el pensamiento de la comunidad, tiene un hijo, se nos está hablando de un cambio profundo. Un cambio en la mirada colectiva, un cambio social y espiritual.

En esta historia Shiva ya no quiere seguir ignorando a sus Ganas. Quiere estar con la diosa. Quiere adentrarse en el tejido de la vida. Quiere materializar su deseo, darle forma en el mundo. La vida del asceta ya no es una respuesta para él. Y Ganesha, su hijo, toma el relevo. La práctica de yoga cambia: ya no es una práctica para ascetas, es una práctica para la vida cotidiana.

Y ¿cuál es el cambio? ¿Qué hace Ganapati con su desfile de ganas que brincan y se retuercen en su danza grotesca?

Ganesha, Ganapati, es el hijo de la diosa. Ella lo ha creado, a partir de su risa y de su deseo. Cuando le entregan a los Ganas, sabe que no se trata de domarlos y de silenciarlos. Sabe que sus pasiones y sus miedos son sus acompañantes, que le guían y le protegen. Le conectan al mundo. Tiene claro que evitándolos, ignorándolos, encerrándolos en un cajón, se vuelven cada vez más raros. Se ponen a ladrar cada vez que alguien pasa por la puerta. Saltan a la primera de cambio, sin que sepas por qué. Te despiertan, como un aullido, rasgando la noche. De tanto intentar dominarlos, se vuelven incontrolables. Y sabe que deteniéndolos nos alejamos de nuestro poder, y nos convertimos en sus víctimas.

Ganesha, con su pashu, te invita a lanzar el lazo a tu banda única de Ganas, a las oleadas de tu mente, a tu corazón. Así puedes observarlos de cerca, sostenerlos suavemente. Puedes escucharlos con atención. Puedes crear límites y canales para que actúen. Y crear una relación con ellos. Para vivir despierto, libre y, al mismo tiempo, acompañado de todas estas experiencias. Y para crear algo más a través de ellas.

Lo que está claro es que necesitamos conocer nuestros Ganas, nuestras vrttis, para saber quiénes somos. Por un lado, son exactamente lo que nos hace únicos. Por otro, tenlo claro: no van a desaparecer. Así que solo tenemos una posibilidad: crear pactos con ellos, igual que con nuestros demonios. Ponerles a hacer algo interesante.

Por ejemplo: saca un cuaderno y anota en él: de entre todos tus Ganas, elige a unos cuantos, los más feos. Envidia. Ira. Vanidad. Todos ellos tienen dos caras. ¿Puedes girar la moneda? Ahora llama a alguno de tus ganas más simpáticos. Y júntalos. Gana bueno con Gana malo. Pon toda tu ira a colaborar con tu sentido de la justicia, o con tu compasión. ¿Me sigues? Pon tus Ganas a hacer algo para cambiar tu mundo.

samadhi… a tiempo parcial


Cuando la mente nos va a cien mil revoluciones por minuto, no nos sentimos bien.

Como yogis, buscamos una mente serena. Queremos sentirnos conectados a nuestra luz interior. Brillar hacia el mundo desde ese lugar.

Sin embargo en las narrativas míticas de India vemos cómo los deseos, la imposibilidad de realizarlos, los conflictos y las luchas son impulsores de cambio. El equilibrio, no es nunca un estadio definitivo. No es estático. Ni extático.

Ya ves, ni siquiera Shiva es capaz de quedarse mucho rato quieto en su samadhi.

Ganesha reposa en pleno enfrentamiento entre Shiva y la Shakti, en medio del campo de batalla. Termina conectándolos. Y nos invita a practicar en el umbral, a bailar con nuestros Ganas. Nos invita a la aventura de conocernos a nosotras mismas en medio de la confusión, en ese portal en que confluyen el conflicto y el deseo. Ambos nos propulsan hacia delante.

Los deseos, dándonos fuerza para continuar.

Los conflictos, ayudándonos a comprender nuestros límites y los de los demás.

Intenta contemplar cómo todas esas fuerzas se entretejen en tu vida. Trata crear algo más a través de ellas.

Ábrete con curiosidad a todo el abanico de posibilidades y experiencias de tu mente.

En medio del conflicto, en medio de la incertidumbre, en el ojo del huracán. ¿Puedes ser como Ganapati? ¿Puedes dar sentido a tus Ganas? Aún no tienen forma en el mundo, son puro potencial. ¿Puedes incorporarlos al tejido de la vida, convertirlos en algo positivo? ¿Se te ocurre alguna forma en que puedan transformarse en algo con lo que nutrirte a ti misma y ofrecer a tu entorno… más belleza?

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{gana significa horda, multitud, tribu. Son los acompañantes de Shiva // vrttis son las fluctuaciones de la mente, comportamiento, movimiento. // samadhi es, (resumiendo muchísimo), un profundo estado meditativo que conduce a un estado de conciencia elevado. También se considera, la antesala de la “iluminación”, el estado de conexión con la conciencia más elevada del universo (sea lo que sea!), y de moksha, la liberación de samsara, la rueda de las reencarnaciones a la que se aspira en el budismo y el yoga clásico. Casi nada.}