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La cabeza de Ganesha :: Crear límites. Abrir puertas.

El rasgo más característico de Ganesha es sin duda su cabeza de elefante. Este es el relato de su nacimiento y de cómo la obtiene: la historia de una metamorfosis que expresa una profunda transformación dentro del pensamiento hindú.

Y la historia dice así:

Parvati, la Hija de la Montaña, estaba sola en casa. Shiva, su consorte, tal y como era su costumbre desde los comienzos de los tiempos, se había ido a practicar yoga en la montaña, a meditar en su cueva, o a vagar errante por los campos crematorios, tal y como hacen los ascetas.

Y ella estaba impaciente. Anhelaba su compañía. Él iba y venía cuando le apetecía, sin avisar, y llegaba tan inmerso en su propia experiencia meditativa, que era incapaz de conectar con ella, de entender sus deseos. Y ella quería un espacio de intimidad con él, pero también que se tuvieran en cuenta sus propios ritmos.

Así que un día se cansó de esperar a Shiva. Con con los ungüentos de su piel, con su risa, con su inmensa abundancia, creó a su propio hijo.

Pasaron los días y Parvati quiso darse un baño. Quería relajarse y descansar, y que no le interrumpieran. Pidió a su hijo que se colocara en la puerta de entrada de la casa y que no dejara pasar a nadie.

Pronto apareció Shiva, que por fin regresaba después de una larga ausencia. ¿Qué hacía ese chaval plantado delante de la puerta? Shiva intentó entrar, haciendo como que no le veía, pero el hijo de Parvati le bloqueó el paso, implacable.

Shiva, irritado, empuñó su tridente y comenzó a luchar con el niño. Pero pronto se dio cuenta de que no podía vencerlo solo, así que llamó a toda su banda de seguidores, los Ganas.

Los Ganas le seguían a todos lados vestidos como él, impregnados de ceniza y tocando la flauta desenfrenadamente. Se lanzaron contra el chaval de la puerta, todos a una. Pero el niño podía con todos. Y Shiva, al ver que la cosa se ponía imposible, se acercó a traición al pequeño guardián, y atacándole por la espalda con su tridente, le cortó la cabeza de un solo tajo.

En ese instante Parvati se asomó a la puerta y con una sola frase, lo dijo todo: si Shiva no devolvía al niño a la vida, nunca más volvería a entrar en casa.

Al escucharla, Shiva pudo ver un reflejo de sí mismo. No era suficiente con estar inmerso en su propia consciencia. Tenía que conectar también con el mundo exterior. Necesitaba que ella lo aceptara para poder entrar, para realizar su deseo de volver a casa y volver a estar con ella.

Shiva llamó a sus mejores amigos: Indra, Vishnu y Brahma. Les pidió que le trajeran la primera cabeza que encontraran. Y el primer ser que apareció fue un elefante.

Entre todos le colocaron al niño la cabeza de elefante y Parvati le devolvió el aliento de la vida con su risa. Shiva fue por fin capaz de reconocer a su hijo, porque también él le había dado forma y carácter, y porque había aprendido a mirar su propio reflejo en los demás... Y como muestra de ese reconocimiento le entregó a sus Ganas, su banda de acompañantes.

Y es así cómo el niño con cabeza de elefante se convirtió en Ganesha, Ganapati, Señor de los Ganas.



{Los Ganas representan las posibilidades indómitas de nuestra mente: pensamientos, emociones, experiencias, deseos, instintos. Shiva, el asceta, buscaba estar más allá de todas esas fuerzas, ignorarlas. Ganesha, sin embargo, nos invita a crear sentido a partir de todas esas luces y sombras, aceptándolas.

Con el reencuentro de Shiva y Parvati, los opuestos se reconcilian, y el conflicto se convierte así en un tránsito. Y Ganapati permanece en el umbral del cambio, el portal donde vivir la vida en su plenitud, reconociendo nuestros deseos, que son únicos, y aceptando los del otro, para poder crear así una verdadera relación de intimidad.}